Permítame contarle la historia de una pequeña imagen que se enamoró del pueblo de Málaga.
Málaga aún cargaba con las heridas de una guerra y con las almas destrozadas por tanto dolor. Con gran visión y fe, el Obispo D. Ángel Herrera Oria, pidió, para presidir la Gran Misión, una pequeña imagen peregrina de la Virgen de Fátima. Ella emprendió un viaje desde su Santuario en Portugal hasta la soleada ciudad de Málaga.
En aquellos días sombríos, la esperanza parecía haberse desvanecido entre los escombros y las ruinas. Sin embargo, una pequeña luz comenzó a brillar en la forma de una imagen de la Virgen de Fátima.
La devoción y la fe inquebrantable de los malagueños se alzaron como un faro de luz en medio de la oscuridad. Con fervor y lágrimas en los ojos, la ciudad entera se volcó a sus pies, suplicando consuelo y fortaleza.
Desde su llegada, la Virgen quedó maravillada por la devoción, el amor y la fe inquebrantable de los malagueños. Todos la aclamaban con fervor y la piropeaban con el corazón en la mano. No había un rincón en Málaga donde no se hablara de ella con un brillo especial en los ojos. Málaga entera se volcó a sus pies, con peticiones, ruegos y lágrimas sinceras, suplicando: ¡Virgen Peregrina, no te vayas!
Su sagrada imagen estuvo en la Catedral, en las parroquias, conventos, hospitales, cárceles, barrios y escuelas, dejando una huella imborrable en cada lugar. Su mirada se reflejaba en aquella multitud de fieles con un amor profundo y eterno. El pueblo le suplicaba con el alma desgarrada que no se marchara, que no los abandonara, que no volviera al Santuario, que se quedara en Málaga, donde había conquistado sus corazones para siempre.
Tanto fue así, que decidió quedarse en esta ciudad, ofreciendo al pueblo malagueño esperanza en tiempos difíciles.
Durante años, la Virgen de Fátima fue un faro de luz y consuelo para la gente de Málaga. Apareciendo en la prensa la petición que este pueblo le hacía a su obispado:
"Hay que comenzar las obras del nuevo Templo de Nuestra Señora de Fátima. Cooperemos con oraciones y donativos. Málaga tiene una deuda de gratitud con Nuestra Señora de Fátima. ¡Hay que comenzar enseguida las obras! ¡Por Nuestra Señora de Fátima!"
Sin embargo, con el paso del tiempo y los cambios en la vida, la devoción ferviente que una vez la rodeó comenzó a desvanecerse. La pequeña imagen quedó relegada a un rincón de una iglesia, olvidada por aquellos que tanto la habían clamado.
Pero un día, reorganizada la Hermandad de Fátima de Málaga, decidida a revivir su mensaje de amor y esperanza en esta ciudad, solicitó que esta pequeña imagen se convirtiera en la imagen Titular de la Hermandad. Con gran alegría y reverencia, la blanca imagen peregrina fue llevada a su parroquia, la parroquia de Fátima, donde debería haber permanecido todos estos años.
Ahora, la Virgen de Fátima preside el camarín principal de la iglesia, y los fieles vuelven a venerarla con el mismo fervor de antaño, recordando aquellos tiempos en los que el pueblo de Málaga la clamó. La Virgen se siente feliz de estar entre sus hijos, quienes nunca la olvidaron.
Ella vino y se enamoró de Málaga, de su gente, del sol y de la esencia de este pueblo. Y este pueblo, que Ella siempre lleva en su corazón, hoy le demuestra su gratitud con su presencia constante, recibiendo de nuestra Señora fe, esperanza y amor, y recordando a los fieles la importancia de la oración, la penitencia y la conversión.
Queridos hijos de Málaga, recordad siempre que en los brazos de la Virgen de Fátima encontraréis refugio y paz. Acercaos a Ella con fe y devoción, y permitid que su amor maternal os guíe y os proteja en todos los momentos de vuestra vida. Que Ella nos guíe en el camino de la fe.
José Manuel R. G.